martes, 15 de enero de 2008

ADIOS.....POR EL MUNDO


A Francisco Umbral le habría gustado estar allí. Le habría gustado acudir al emotivo homenaje que el lunes su periódico, EL MUNDO, le rindió en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Seguramente lo presenció convertido ya en el ser de lejanías que dijo ser, al menos su duende merodeó por el escenario, se asomó desde detrás de la famosa Olivetti, objeto mudo de una escenografía simple en la que bastó con la palabra para despertar el aplauso.
A Umbral le habría gustado comprobar cuánta gente, de uno y otro lado, "amigos y enemigos", como dijo Carmen Rigalt, acudieron a recordarlo en una demostración de que la leyenda que empieza a ser está más allá de las ideologías.
La del lunes fue, cinco meses después de su muerte, la auténtica ceremonia de la despedida, que agosto es un mes de ausencias e inactividades. El del lunes fue un acto hecho a medida del escritor, ocurrente, ameno, girando sobre una especie de juego muy umbraliano, con todos los asistentes recordando que estuvieron, o les hubiera gustado estar, en el Café Gijón la noche que arribó al local un joven llegado de provincias dispuesto a comerse el mundo.
A Francisco Umbral le habría encantado escuchar las palabras del actual ministro de Cultura, César Antonio Molina. "Su prolífica e incansable producción literaria pasará triunfante por todos los filtros sucesivos que los años venideros puedan extender, agrandando, con la perspectiva del tiempo, la dimensión de una obra literaria que, ante todo, refleja un proyecto estético libre, potente y unitario", dijo.
Habría escuchado con atención a Esperanza Aguirre y a Alberto Ruiz-Gallardón, ambos agradecidos por la dimensión literaria que el autor ha dado a Madrid, escenario inmortal de sus gloriosas páginas como lo es la Lisboa de Pessoa o el Dublín de Joyce, como señaló el alcalde.
Habría disfrutado, sobre todo, al comprobar el llenazo. Más de 600 personas en la Sala de Columnas del Círculo. Juntos por una vez los personajes políticos, los rostros populares, los amigos, los admiradores devotos y los lectores anónimos, los mismos que cada día desayunaban con sus columnas.

El director de EL MUNDO, Pedro J. Ramírez abraza a la viuda de Umbral, María España, en presencia de Diego López Garrido. (Foto: José Aymá)
A Fernando Sánchez Dragó, maestro de ceremonias, le correspondió abrir la función dirigiéndose a todos los asistentes. "Y a Paco, por si anda por ahí", dijo. "Claro que está", se oyó la voz de una señora en la fila de atrás. Lo cierto es que asomó el duende del escritor. Asomó a través de sus textos, leídos por distintas voces: poéticos, tiernos, afilados, canallescos, lúcidos, desgarradores... Asomó a través de sus imágenes, proyectadas todo el tiempo en una gran pantalla y que daban cuenta de sus pasos por la vida.
Bufanda, gafas, presencia
Umbral estuvo presente con su bufanda, con sus gruesas gafas de miope, con su voz grave, a través de las anécdotas que contaron sus más íntimos y a través de sus propias ocurrencias, recogidas en un vídeo elaborado por el equipo de EL MUNDO TV e hilvanado sobre un hermoso texto del poeta y periodista Ángel Antonio Herrrera.
El público, entregado, generoso a la hora de las ovaciones y de las risas cómplices, por ejemplo cuando Umbral apareció agradeciendo el Cervantes a su Majestad con una de sus gracias; cuando volvió a repetir la ya célebre frase televisiva: "yo he venido aquí para hablar de mi libro" o cuando se recordó la definición que dio del académico de la lengua que él nunca llegó a ser: "un señor que al morir se convierte en un sillón".
Por el Círculo de Bellas Artes se paseó el Umbral ocurrente, pero también el más humano, del que dieron cuenta Pedro J. Ramírez, su señorito en las columnas, Carmen Rigalt y Raúl del Pozo, amigos y camaradas en la liturgia de la columna. Si Pedro J. recordó su ingenio en las sobremesas cuando se quitaba la imperturbabilidad y la bufanda y empezaba a contar los chascarrillos de la vida cultural y política, Rigalt se refirió a su lado más tierno, "sobre todo con los animales y con los niños".

El líder de la oposición, Mariano Rajoy (izda.), la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre (dcha.) y la ex ministra Pilar del Castillo. (Foto: Diego Sinova)
"La columna de Umbral no es un espacio sagrado sino embrujado", dijo, por su parte Raúl del Pozo, su sucesor en la última. "Me las veo y me las deseo para romper el encantamiento cada día, para estar a la altura de un genio que pesa demasiado", dijo, dedicándole una oración que acababa deseándole la gloria eterna, pero rogándole que no volviese a tocarle el ratón del ordenador cambiándole unas palabras por otras. En fin, otro juego umbraliano.
De sus libros hablaron tres críticos entregados: Miguel García-Posada, Santos Sanz Villanueva y Javier Villán, quienes defendieron que Umbral no es sólo estilo, sino pensamiento, "crítico, de progreso, radicalmente concienciado de la literatura como contrapoder" (Villán), así como su aportación a la novela como género capaz de englobarlos a todos (Sanz Villanueva)y su constante creación de lenguaje,"aunque la Real Academia Española no se dio por enterada" (García Posada).
Tatuaje, de Concha Piquer, abrió el acto, y Amado mío, la canción que tanto gustaba al escritor, puso el cierre después de las palabras emocionadas de María España, quien al final se fundió en un abrazo con Pedro J. Ramírez. "¡Ha muerto Umbral! ¡Viva Umbral! ¡Viva la literatura!", gritó Dragó. Y se cerró el telón.

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